miércoles, 8 de abril de 2020

#ALaUnaDeLaTarde

Un viaje por el arte: 11 artistas chiapanecos que debes conocer 





Salí a caminar como siempre, las abuelas con sus carritos yendo y viniendo. El quiosco de diarios, con sus habituales personajes rodeándolo, en amena charla, en el kiosco de Juan.
Porque el lugar es un lugar diario de reuniones, donde intercambian noticias, novedades vecinales de esas que parecen chusmeríos pero en este contexto son novedades.
 Luego, cada uno se cruza a la quiñiela, con un número en la cabeza y sueños en el alma a tentar el azar.
Y allí continúa nuevamente la tertulia.

 Son trabajadores, jubilados,  actores de un libreto que podría titularse, la pequeña Macondo, el pueblo ficticio de Cien años de soledad, sólo que aquí es realicio, porque está justo a la mitad de la magia y la realidad.
Cuando García Márquez manifestaba algo importante en su relato,  liberaba mariposas amarillas a manera de anuncio.
Pero en esta caso no hay mariposas ni anuncio importante.
Tal vez cuando llegue el final de la cuaresma y todo esto haya terminado, liberaremos gorriones, palomas, cardenales, colibríes, miles de pájaros que anuncien nuestra libertad y el fin de la pesadilla.

En el pequeño mundo "de la esquina", al ritmo de  hormigas que se encuentran, se saludan y siguen su camino con el pequeño cargamento, es el rito obligado de las damas.

Los hombres siguen con sus charlas, saludos, encuentros.
 Los fumadores esperan que llegue el kiosquero porque no resisten sus ganas de fumar.
 Con el codo apoyado en la esquina de la pequeña madera que hace de mostrador, es su virtual sala de fumadores.
Como siempre, otro grupo, aguarda la llegada de alguna línea de colectivos.
 Estos pequeños mundos que se relacionan todos los días, se buscan, se necesitan están ahí, día tras día. semana tras semana, mes tras mes, año tras año.

Las más jóvenes se reúnen frente al supermercado a elegir prendas que Teresa vende a precio de la salada, y son ellas las que dan ese "chisporroteo" necesario al universo realicio.

"_Llevalo, despues me lo pagas", les dice Teresa por lo bajo con un gesto cómplice, cuando les guiña un ojo.
Así se repite el despertar humeante de café, cigarrillo,  mate y pan, que se apaga a la una de la tarde.

 Amanece y atardece en esa esquina cualquiera, absolutamente insignificante para muchos.
Pero vital para estos personajes... cándidos, humildes, inocentes, desprotegidos, que nadie tiene en cuenta.
Nadie tiene en cuenta para hacerles más llevadera su realidad, pero hablar de ello rompería la magia que los rodea y los hace absolutamente vivos y felices.
Extraño el carrusel que se movía musicalmente en la esquina de mi barrio.
Extraño verlos pasar porque las noticias se atrasan y no sabemos las úlitmas novedades.
Extraño las hormigas con sus pequeñas cargas a cuestas.
Extraño el olor de los diarios, los colores de la ropa de Teresa, los boletos de quiñiela rotos tirados en la vereda.
Extraño el saludo de todos, sus gestos amables  sonrientes, tan cálidos que con ellos este invierno que se avecina podría calentarnos hasta la primavera.
Porque el calor humano es especial, calienta el alma. Se entrelaza con el otro empáticamente esperando que cada uno cumpla con sus sueños.
 Extraño las miradas esquivas de aquellos que nunca están conformes, esos que miran de reojo como si su saludo fuera un pequeño insulto que debes adivinar. Aunque no te conozcan, pero por ello tienen la absolución de mi pensamiento.

Los pájaros han callado. Algunos de cuando en vez, nos alienta con su canto, o deseamos creer eso para asirnos de sus alas y que la libertad no pase a ser un sueño imposible.

 El aleteo de las palomas, dejó un hueco en las manos que las alimentaban.
Algún perro, desorientado, busca su dueño, porque la crisis lo ha desalojado y sus ojos se estiran pidiendo socorro, como nosotros, que se nos fue la voz, que estamos perdiendo las palabras, que un silencio nos cae como un cielo desplomado en las espaldas, que se resisten a doblarse.

Se van perdiendo las imágenes y los ojos están tan desorientados como los perros, mirando a los costados y al cielo, esperando que una lluvia de respuestas por fin aclare el dilema de la vida y la muerte.

El dilema de este tiempo incierto, donde se han esfumado los profetas.
Donde nadie es nada más que nadie.
Los hijos perdieron a las madres.
Las madres perdieron a su hijos.
Los hermanos perdieron sus hermanos.
Y así todo se fue perdiendo en una niebla, repleta de latidos con pequeños mensajes y la certeza incomprobable, que despertaremos mañana, como las otras mañanas.

Me niego a la prisión de esos hilos invisibles que pretenden robarnos el alma.
Nuestra historia.
Nuestra poesía.
Nuestra humanidad.
Nuestro ser humano.

Pero alguien o algo se rebeló contra nosotros al ver tanta inhumanidad, como matar niños que no han nacido todavía.
Como hacer armas nucleares para destruirse entre si, desconociendo que todos transitamos en el espacio sobre este planeta azul.
Sin conocer nuestro destino final, ni dónde nos llevarán tantos giros y giros, tantos soles y tantas lunas.

Sin conocer los misterios de la partida,  hacia este viaje infinito de estrellas y nébulas.
Pero sabemos, aquellos que creemos, que sólo Dios habita ese misterio, que el hombre pretende colonizar, usurpar, tomar pro la fuerza.
Y sólo yo habito en mi alma, que nadie puede colonizar, usurpar, tomar por la fuerza.
Que nunca será prisionera de ese "alguien" o "algo" que pretende dominarnos.

Por todo eso, cada día volveré a la esquina realicia, para soltar pájaros, gorriones, palomas, cardenales y colibríes.
Para que los "anuncios importantes" no los hagan, los que anuncian catástrofes y muerte, sino nosotros, para encontrarnos nuevamente con el alma intacta, para anunciarnos que somos libres, porque Dios lo quiso así.
Para amanecer en nuestra esquina y atardecer a la una de la tarde, cada día.

Que Dios nos proteja!

P/D "Sin duda que en la adversidad, hallaremos la tranquilidad"

Alia Hakima Kader Tetik
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