(Dedicado a El Chucho y Elviro, que existieron en nuestra
imaginación, para hacernos sentir todas las emociones, desde el terror, a
la risa incontenible y al hombre que pasaba y le gritábamos "se fue al
chaco" . Infancia de pueblo, sin televisores,ni celulares, pura
imaginación)
La esquina de Susana,
flor abierta, de mágico perfume
va quedando desierta de palabras,
Tal vez lleguen los sapos por las noches,
todavía...
tal vez los bichos negros,
sean su alimento,
bajo la tenue luz,
de la esquina sombría .
Sin nosotros, ni ellos,
los viejos que venían
desayunando trucos
y charlatanerías.
urgencias en los chismes,
de la madre de Abel
con su rodete de Olivia
y lengua de Popey
Susana era el cucú,
en ese esquema de ensueños,
gritándonos por la noche,
gritando para corrernos
las risas en su ventana,
interrumpían el sueño.
Esquina de barrilete,
con esos bancos pequeños
con su mesa de juguete,
con extraños lugareños,
rodeada de personajes,
irrepetibles, inertes,
una foto de almanaque,
que durará para siempre.
Éramos solo un puñado,
de niños y adolescentes
robando las mandarinas
o corriendo con La Liebre
juegos de noche y de día,
soñadores e inconscientes
no previmos que el destino,
también jugaba su suerte.
Y fuimos los barriletes,
buscando alcanzar el cielo
que habitaba en esa esquina
y que no pudimos verlo
separados por la vida,
encontrados por las muertes
vivimos con la alegría,
de todos esos recuerdos
El regador, donde humeaba,
aquel olor a la tierra,
sentados en los cordones,
para mojarnos las piernas...
El palo de las escobas,
que afilamos en las siestas
el campeonato de Lidos,
con nuestro grito de guerra
Ése olor a tamarindo,
donde armábamos las cuevas
para matar enemigos,
con las armas de madera.
las revistas de vaqueros,
leídas entre payanas
la figurita difícil,
esa que siempre faltaba.
Infancia de agua y de fuego,
de bombitas de colores
de fogata de San Pedro,
de circos y carnavales
de bolitas y bolones,
catangas y demás juegos
de madres llamando luego,
con voces amenazantes
gritándonos en la calle,
paralizando las piernas
sabiendo que alguna rama,
esperaba tras la puerta.
Cuando la vida me ataca,
y la decepción me acecha
las traiciones me acobardan,
y el dolor clava sus flechas
recuerdo las mariposas,
que atravesaban el alma
y nunca más volví a verlas...
Ahita de Rufino
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