sábado, 12 de abril de 2014

Balada de la cárcel de Reading’, de Oscar Wilde (1854 – 1900)



Friedrich von Amerling (Austrian Academic Painter, 1803-1887) The Oriental

16 julio 2009


Él no vestía su capote escarlata
porque la sangre y el vino son rojos,
y la sangre y el vino estaban en sus manos
cuando le descubrieron con la muerta,
la pobre mujer muera a quién amó,
y asesinó en su lecho
Él caminaba entre los Convictos
con un traje gris raído;
sobre su cabeza llevaba una gorrilla,
y su caminar parecía ligero y animado;
pero jamás vi a un hombre que mirara
al día con tanto anhelo.
Jamás vi a un hombre que mirara
con ojos tan llenos de anhelo
esa pequeña carpa azul
que los prisioneros llaman el cielo,
y cada nube que pasaba a la deriva
con velas de plata.
Yo caminaba, junto a otras almas en pena,
por el interior de otro patio,
y me preguntaba si el hombre había hecho
algo grande o pequeño,
cuando, a mis espaldas, una voz murmuró:
“A ese tipo lo ahorcan”.
¡Dios mío! Los mismos muros de la prisión
parecieron tambalearse repentinamente
y, sobre mi cabeza, el cielo mudó
en un casco de acero candente;
y, aunque yo era un alma en pena,
mi pena no podía sentir.
Sólo sabía qué pensamiento acosado
aceleraba su paso, y por qué
miraba al deslumbrante día
con ojos tan llenos de anhelo:
el hombre había matado aquello que amaba,
y por eso tenía que morir.
Que todos lo oigan:
Si bien cada hombre mata aquello que ama
algunos lo hacen con mirada amarga
algunos con palabra lisonjera.
¡El cobarde lo hace con un beso,
el valiente con una espada!

Tumbas Lejanas

"Sin heridas"

  Si es verdad que aparecemos, en un punto donde el encuentro se repite, con otra voz otros ojos otro amor para existirnos, en el abrazo con...